En un contexto de transformación social y tecnológica acelerada, el cuidado emerge como una categoría indispensable para repensar la educación. Así lo afirma el P. Harold Castilla Devoz, quien invita a abrir una conversación colectiva y profunda sobre el verdadero significado de cuidar, especialmente desde el entorno educativo y social.
“Cuidar es la manera en la que sostenemos la vida”, señala el P. Castilla Devoz, subrayando que el cuidado no es una acción secundaria ni invisible, sino el fundamento mismo de todo proyecto humano y pedagógico.
Cuidar: una acción vital que va más allá de la atención
Para el sacerdote y académico, cuidar implica mucho más que poner atención o diligencia. Se trata de un conjunto de tareas que permiten que la vida humana se desarrolle en plenitud, muchas de ellas imperceptibles pero profundamente necesarias en todas las etapas de la vida.
En su análisis, el P. Harold Castilla Devoz enfatiza que el cuidado debe incluir la dimensión emocional, una forma de presencia y acompañamiento que sostiene tanto a niños como a jóvenes y adultos en su trayectoria vital y educativa.
El origen del cuidado: pensar en el otro
Retomando la raíz etimológica del verbo “cuidar” —del latín cogitare, que significa “pensar”— el P. Castilla Devoz plantea una poderosa conexión entre cuidado y reflexión. Cuidar implica considerar previamente las necesidades del otro, anticipar su bienestar y responder desde la empatía y la responsabilidad compartida.
“Esta palabra nos revela una conexión intrínseca entre el cuidado y la actividad mental”, escribe, reforzando el vínculo entre el pensar y el sostener la vida.
Poner el cuidado en el centro: una apuesta por la justicia social
Para el rector, priorizar el cuidado significa ubicar a las personas en el centro de las decisiones públicas, educativas y tecnológicas. Este enfoque permite articular justicia social, equidad y sostenibilidad como principios que sostienen la vida y el bienestar colectivo.
“Una sociedad solo puede expandirse en tanto el bienestar de su población sea un objetivo cotidiano”, afirma el P. Harold Castilla Devoz, y agrega que el derecho al cuidado implica tanto recibir atención de calidad como tener la oportunidad de cuidar, autocuidarse y vivir en un entorno digno y saludable.
Un ecosistema educativo empático: corresponsabilidad frente al futuro
Desde una perspectiva estructural, el P. Castilla Devoz propone repensar el sistema educativo como un ecosistema de cuidado y empatía. Esta transformación exige que todos los actores —docentes, familias, estudiantes, instituciones y gobiernos— asuman su papel en la construcción de una educación más humana, solidaria y consciente.
“Necesitamos una conversación entre todos los actores como un acto de responsabilidad compartida frente al presente y al porvenir de la humanidad”, advierte.
¿Puede la tecnología cuidar?
En medio de la aceleración digital, marcada por la inteligencia artificial, la automatización y la globalización de datos, el P. Castilla Devoz lanza una pregunta fundamental:
“¿Esta transformación está poniendo en el centro el cuidado de las personas?”
Este cuestionamiento invita a reflexionar sobre si el desarrollo tecnológico está realmente alineado con los valores humanos, o si corre el riesgo de deshumanizar los procesos educativos y sociales. Para él, el desafío no es frenar la tecnología, sino incorporarla desde una ética del cuidado que preserve la dignidad humana.
Hacia una educación con alma: innovación con sentido
“Innovar no es sinónimo de desarraigar, sino de reconectar, de rehumanizar”, sostiene el P. Castilla Devoz. Desde su visión, el futuro de la educación depende de nuestra capacidad de diseñar entornos de aprendizaje donde la tecnología no desplace la humanidad, sino que la potencie.
Su invitación final es clara y profunda:
“Pensemos el futuro, hagámoslo juntos, con corazón, lucidez y humanidad. Es posible educar con tecnología sin perder el alma, acogiendo, empoderando y cuidando.”la centralidad del cuidado en el sistema educativo actual, su dimensión ética y su papel frente a la aceleración tecnológica